Navidad en Lima… ¡las de antes!

Hoy papás, mamás y padrinos derrochan por pascua de diciembre un dineral en juguetes para los nenes, que así duran en sus manos como mendrugo en boca de hambriento. La vanidad ha penetrado hasta en los pasatiempos de la infancia

Ricardo Palma en su tradición “Sabio como Chavarría”

En Lima, antes que Papa Noel, estaba el niño Jesús, antes que nieve y renos, estaba la misa del gallo, el tamal y mucha música criolla. Se puede acusar a estas fiestas de comerciales, de hacer de “Papa Noel” una especie de “Cupido” de estas fiestas, pero nos olvidamos que, como sociedad, nosotros permitimos esto al seguir esa corriente mercantilista.

El avance inexorable del tiempo y sus modas es algo que evidenciaba ya Ricardo Palma cuando recordaba su niñez. Y es que nos olvidamos que el real día del niño es cuando la humanidad centra su mirada en un infante que acaba de nacer, una imagen poderosa que ha traspasado el tiempo y que descubre en el corazón del hombre la fe, la esperanza y la alegría. Navidad es una fiesta religiosa y humanamente infantil; más allá de los regalos es porque los adultos nos vemos forzados a sonreír para no desentonar con el ambiente, salimos a jugar, a cantar viejas canciones que nos hablan de una noche, de unos padres pobres y de un niño que salvará a la humanidad.

Los adultos podemos contemplarlo como un mito, una leyenda, una creencia que no debería ser compartida por nadie. La sociedad actual lo dice: “Jesús no debe ser nombrado, para algo tenemos a Papá Noel”, pero el problema es que el nombre de Papá Noel es Santa Claus que es san Nicolás, y Nicolás creía en ese Niño al que actualmente se le niega posada en la conciencia moderna. La línea para ver la relación es clara, no necesitamos ser filólogos para descubrirla.

Pero aunque no fueras creyente, aquí recordamos el poder del mito que expresaba Tolkien y que narrativiza Diego Blanco en su obra Un camino inesperado ( 2016):

Eso es porque, quizá, las personas estamos más capacitadas para comprender las verdades profundas si toman la forma de un cuento o una canción, que si se limitan a exponerse en una serie de realidades abstractas. Esto es lo que quiero decir con que el mito es real. Este mito es profundamente real, tanto que ocurrió de veras y desde que ocurrió ha liberado del miedo a millones de personas.

Pero querer arrancar “el mito” de raíz, sin fijarse que es imposible separarlas de la tierra en la que han crecido, es inútil, y dañino cuando a los pequeños solo transmites el mensaje del “regalo” como centro de las fechas. La vanidad a la que hacía referencia Palma es hoy más fuerte que en su tiempo. Volvamos a las raíces, es imposible celebrar un cumpleaños sin mencionar al cumpleañero, los adultos podemos ser honestos al menos con eso; nuestros niños lo merecen.

No nos despedimos sin dejar un enlace a cómo se preparaban para celebrar Navidad en Lima del siglo XIX.

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