Ponencia: el curso de Literatura infantil y juvenil en los programas universitarios de Educación

Recuerdo que cuando lancé este tema en el aula una alumna presentó la objeción de que para ella, como docente, no era tan importante el aprender a ver cine y televisión infantil porque le parecía que había otros medios mejor aprovechables como el teatro, ya que, incluso, muchos de sus alumnos no tenían televisión. Le di la razón en parte. Estos medios no son los únicos válidos para usar en un aula; el teatro también es valioso y sería importante que también aprendamos sobre él; pero, dada la presencia e influencia de la televisión o el cine en los niños, significaría taparnos los ojos al no querer comprender estos medios. La tecnología avanza y hoy los pequeños hablan de Ben 10, Los padrinos mágicos Spiderman .., tal como muchos de nosotros hablábamos de El llanero solitario, Los Transformers o Candy, y hoy los docentes no podemos hablar nada de los nuevos programas porque nuestro desconocimiento nace al considerar estas producciones como infantiles (aquí un uso negativo de esta palabra).

Si lo pensamos, esta actitud puede ser contradictoria. Creemos conocer y entender el mundo infantil y a los niños por leer revistas de psicología, por publicaciones, cursos y talleres de pedagogía, pero cuando nos toca ir in situ al mundo de ese pequeño, nos consideramos “demasiado adultos” para entrar en él, no es serio ni adecuado. El problema es que hoy más que nunca debemos entrar para proponer nuestra visión, vale decir, hacer que el niño se eduque humanamente, alimente su yo, respete, ame, y en este punto la literatura, sin necesidad de utilizar palabras rebuscados y menos precisas, tiene ese gran atributo: hace vivir. Sé que a ustedes les importan los pequeños, son padres, tíos, tías, hermanos, hermanas, amigos, maestros, por eso están hoy aquí escuchándome a pesar del sueño o cansancio, y por eso les propongo algo: seguro ustedes están allí cuando sus alumnos tienen problemas en casa, seguro les tienden la mano; seguro los apoyan cuando no entienden sus cursos, se esfuerzan por preparar material, se quedan 20 minutos más con el que va más lento… Pero ¿por qué no estar también con ellos cuando ríen, cuando se emocionan con el último capítulo de su dibujo o serie favorita? Intentémoslo. Nuestro narrador Jorge Eslava confesaba al público asistente a su charla en el congreso internacional de Literatura Infantil y Juvenil (organizado, entre otros, por la señora Hilda Neyra que acá nos acompaña) que él se impactó de la narrativa del dibujo animado “Los supercampeones”, por su manejo del tiempo, por la atracción que ejercía en su hijo y nos conminaba a tener esa actitud de niños: curiosos y atentos frente a estas producciones.

Alguien preguntará: ¿Qué tienen de literatura estas producciones?”. La respuesta está en el núcleo de esos dibujos o películas, estas encierran y atraen por una historia, una narración, que casi siempre los niños cuentan con ojos iluminados. Aprovechémosla, el soporte puede haber variado, pero el contenido sigue siendo el mismo: “un héroe”, “algo o alguien a quién defender”, “un enemigo”… en suma, relatos para entretener.

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